EL CANTAR DE LOS SIETE INFANTES DE SALAS
La historia con distintas versiones, viene a ser la siguiente.
En Burgos, durante las celebraciones de las bodas entre Ruy Velázquez, señor de Vilviestre y Doña Lambra de La Bureba, emparentada con el conde Garcí Fernández. Al disputar en el bofordo (juego que consistía en derribar un castillete de tablas con una lanza) Álvar Sánchez arremete con un gran golpe en el tablado, su prima Doña Lambra, la novia, se vanagloria del hecho. Gonzalo, el menor de los infantes, se da por aludido y de un tremendo golpe parte una tabla por medio. Tras este reto, se cruzan fuertes palabras entre ellos, Gonzalo le golpea con el puño en la cara, Álvar Sánchez cae del caballo y muere accidentalmente.
A los gritos de Doña Lambra llega Ruy Velázquez. Gonzalo intenta disculparse por haber ensangrentado la boda y aparecen el Conde y Gonzalo Gustios logrando aplacar los ánimos.
Más tarde, en aparente calma, los infantes escoltan a su tía Lambra a su palacio de Barbadillo, allí, Gonzalo se desnuda en una huerta para darse un baño. Lambra lo considera una chulería y manda a un criado suyo lanzarle un cohombro empapado en sangre, ésta era una de las mayores afrentas que se podían realizar en Castilla. El criado huye refugiándose bajo las faldas de Lambra, los infantes le atraviesan con sus espadas salpicando de sangre las tocas de ésta. Ahora tienen el color de las prostitutas, este nuevo crimen aumenta su deshonra pues según el derecho germánico el manto de una dama brindaba protección sagrada. Lambra, empuja a su marido a cometer la venganza.
Primero, Ruy Velázquez envía a Córdoba a Gonzalo Gustios con una carta escrita en árabe, supuestamente para pedir a Almanzor que le ayude a sufragar los gastos de la boda, aunque en realidad la carta solicita que se mate a su portador. Almanzor en lugar de matar, le mete preso.
Ruy Velázquez prepara una trampa para los siete infantes y sale con ellos en hueste a saquear los campos de Almenar (Soria). Por los pinares de Canicosa, su ayo Nuño Salido, ve aves de mal agüero y sospecha la traición, aun así la hueste sigue adelante.
El traidor manda a sus sobrinos “a correr los campos” y en la zona del río Arabiana son cercados por un gran contingente de moros, encabezados por el general Galbe, que matan a los caballeros de los infantes y a otros trecientos de Ruy Velázquez que acudieron en su ayuda. Finalmente los infantes son capturados y descabezados.
Las cabezas son enviadas a Córdoba, como era costumbre en la época para exponerse en la puerta de la Azuda. En prisión, Gonzalo Gustios recibe las cabezas de sus hijos, y en la escena más dramática del cantar, va cogiendo las cabezas una a una, enumerando las cualidades de sus hijos. Para un noble medieval era un suceso doblemente luctuoso pues desaparecía el linaje y el apellido se desligaba de la tierra. Almanzor se apiada del padre y le libera. Gonzalo Gustios regresa a Salas con las cabezas de sus hijos y la de su ayo, no sin antes pedir a su noble celadora que el hijo engendrado en su cautiverio vengue a los siete hermanos. Gonzalo parte un anillo de oro en dos y da la mitad a la madre, por el podrá reconocer a su hijo cuando se encuentren.
Gonzalo Gustios y su mujer pasan penosamente sus días a la sombra de Ruy Velázquez.
Tantas eran las lágrimas por sus hijos que perdió la vista.
Mudarra, el hijo de Gonzalo, crece en Córdoba. Un día jugando al ajedrez, su oponente le llama bastardo, Mudarra le aplasta el tablero en la cara y corre hacia su madre para averiguar la verdad. Ésta le relata su origen y le da el medio anillo para que vuelva a Salas. Almanzor libera trescientos cautivos cristianos y los arma para que le acompañen.
Mudarra llega a la iglesia de Salas y ve las cabezas de sus hermanos. Al principio Gonzalo Gustios no se atreve a reconocerle como su hijo, pero Mudarra saca el medio anillo y lo juntan. Gonzalo Gustios llora tanto que recupera la vista y todos reconocen la semejanza entre Mudarra y Gonzalillo.
Una noche Mudarra cerca Barbadillo, lo roba y lo incendia en desagravio por la muerte de sus hermanos.
Doña Sancha adopta a Mudarra como hijo en una curiosa ceremonia que consistía en meterlo por una manga y sacarlo por la otra a modo de nacimiento simbólico. Ya podía ejecutarse la venganza, pues el linaje de los Gustios tenía continuación.
La muerte del traidor es diferente según versiones. En la Primera Crónica General, Mudarra le tiende una celada y le mata con su espada, luego apresa a Doña Lambra y la hace quemar. En la Crónica de 1344, tras una larga persecución por media Castilla, hiere a Ruy Velázquez en el Val de Espeja, cerca de Huerta de Rey, cuando éste se encontraba cazando. Se lo lleva vivo a Vilviestre y allí le ajusticia. Varias versiones coinciden al señalar como refugio de Lambra un monasterio del que Mudarra la saca cuando muere el conde Garci Fernádez ya que no se atrevía a prenderla por ser prima de éste.
Quizás la versión menos truculenta y más bella sea la del propio romancero:
A caza va don Rodrigo,
ese que dicen de Lara;
perdido había el azor,
no hallaba ninguna caza;
con la gran siesta que hace
arrimado se ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos hubiese
que le sacaría el alma.
Mudarra descubre a Ruy Velázquez y se presenta:
Si a ti dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada,
de Gonzalo Gustios hijo
y alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Lara;
tú los vendiste, traidor,
en el val del Arabiana.
Mas si Dios ahora me ayuda,
aquí dejarás el alma.
—Espéresme, don Mudarra,
iré a tomar las mis armas.
—El espera que tú diste
a los infantes de Lara;
aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.