Introducción a la historia de Salas de los Infantes
La historia sitúa la fundación de Salas en el año 974 a cargo del conde Garcí Fernández, año en el que concede fueros y heredades a Gonzalo Gustios para poblar Salas, integrando las villas circundantes. Los fueros obedecían a una prioridad de orden estratégico y económico a la hora de repoblar las tierras fronterizas. Hasta el s.XVI era nombrada como Salas de la Hoz de Lara (del Alfoz de Lara) poco después pasó a llamarse Salas de los Infantes. El cambio pudo deberse al descubrimiento de las cabezas de los infantes en la iglesia de Santa María en el año 1579. El título de ciudad fue concedido por el rey Alfonso XIII en 1925.
Salas conforma el solar mítico de un romance, fundamentado en un viejo cantar de gesta perdido, que pertenece ya al canto popular y a la memoria colectiva de nuestra ciudad: La leyenda de los Siete Infantes de Lara. Traiciones, cautiverios, amores clandestinos y venganzas de sangre se entreveran a lo largo de esta disputa familiar, acaecida en el último tercio del siglo X, en la que los siete hijos de Gonzalo Gustios perdieron la vida “en campos de Arabiana” tras ser víctimas de una emboscada ideada por sus tíos doña Lambra y Ruy Velázquez, y consumada por las huestes califales de Almanzor. La iglesia de Santa María guarda un arca en la que, siguiendo la tragedia, el bastardo Mudarra vio las cabezas de sus infaustos hermanastros y la de su ayo, Nuño Salido, verificando la determinación de la venganza: “A Dios digo verdat que del mundo es señor, / poca serié la mi vida si estas cabeças non vengo yo”. Acto seguido, se dirigió a hablar con su padre en el palacio, donde hoy se halla emplazada la Casa Municipal de Cultura, un ajardinado palacete modernista construido en 1920 sobre otro anterior de los Fernández de Velasco del que todavía quedan en pie restos de la muralla medieval con saeteras y dos puertas con arco apuntado.
La leyenda de Los Siete Infantes de Lara tiene como todas las leyendas parte de ficción y retazos de historia. Sus versos de amores, venganzas y traiciones han llegado hasta nuestros días como eco lejano de un tiempo pretérito. En el que entre el sudor de la cosecha y el fragor de las batallas estaba naciendo Castilla.