La década de los 60 supuso importantes cambios para la enseñanza y para el colegio. Con la llegada de la Ley de Educación de Palasí, en 1970, se fue introduciendo la Enseñanza General Básica. Tan sólo un año después, en el 71, llegaban los primeros niños a la Escuela Hogar, procedentes en su mayoría de pueblos pequeños donde se habían cerrado las aulas, y el colegio se hizo mixto. Unos estaban internos de lunes a viernes y otros, los llegados de más lejos, volvían a casa una vez al mes.
«La obra del colegio fue sostenida por la congregación, pero el internado había que pagarlo. Los niños que estaban internos solían ser de familias con posibles y otros de familias humildes de pueblos sin escuela. Recuerdo que dentro del ajuar que tenían que traer estaba incluido un delantal. Les parecía raro, pero era una costumbre muy alemana el que todas colaborasen en las labores domésticas -dice Concepción-, que señala que algunas alumnas iban desde Hacinas o Castrillo todos los días en bicicleta al colegio».
Gracias al colegio San José, los alumnos de la comarca podían hacer estudios superiores sin la necesidad de desplazarse a Burgos, ya que a mediados de la década de los 70 cedieron sus instalaciones para acoger al Colegio Libre Adoptado, embrión del actual instituto. Fue por entonces cuando Carmen Heras, de Barbadillo del Mercado, comenzó a trabajar allí, donde ha estado más de 25 años. «Me llamaron para que ayudara 15 días en la cocina porque una de las cocineras estaba de baja y meses después me hicieron fija; primero trabajé en la lavandería, porque al principio muchos internos sólo iban una o dos veces al mes a su casa». Tras más de una década en el lavadero, pasó a trabajar en la Escuela Hogar y en el comedor, además de ayudar durante algunas horas en la cocina. «Algunas internas pagaban menos y los fines de semana me ayudaban con la limpieza. Eran unas niñas encantadoras y todavía conservo la amistad con ellas», relata Carmen, que reconoce que aunque ha trabajado duro y ha dejado en este colegio media vida, guarda un buen recuerdo de las hermanas, del resto de compañeras y, sobre todo, de los niños.
La labor educativa y social de las Hermanas del Niño Jesús Pobre no se quedó sólo en este centro, ya que durante unos años han trabajado en hogares infantiles de Valladolid y Palencia, cumpliendo así con uno los objetivos con los que Clara Fey fundó la congregación: ayudar a los niños más desfavorecidos.
El Colegio de las Monjas forma parte de la vida de miles de burgaleses, de esos años que se alojan en el Olimpo de los recuerdos.