Este es un texto que nos remite Julio Martínez Piernavieja. Esto es lo que sobre Salas de los Infantes escribe Pío Baroja en su libro "El escuadrón del Brigante". Así era Salas y asílo describióeste gran escritor en el lejano 1820. Una verdadera delicia.
El campo estaba triste; la carretera llena de charcos.
Veíase entre la bruma la línea alargada de los montes y en el fondo aparecía Salas, con sus tejados chorreando agua.
Salas de los Infantes está en tierra fría, rodeada de colinas pedregosas, tiene una iglesia con su torre cuadrada en un alto y su nido de cigueñasCuando me llevaron preso llovía, llovía monótonamente.
Salas es pueblo serrano, de casas bajas, con las chimeneas muy grandes, hechas con trozos de teja,formando una eminencia cónica terminada por una caperuza de cuatro tablas, que en el país llaman la contera.
Tiene Salas un castillejo en el vértice de una colina próxima al rio, el castillo de Castrovido, y un palacio grande, el de los infantes de Lara. Castillo y palacio deben de estar ya completamente en ruinas, si la devastación iniciada en la guerra de la Independencia ha seguido en la carlista, como ha debido de seguir , si es que no ha aumentado.
No se ve aldea alguna en derredor de la villa; entonces, durante la campaña, sus alrededores eran un desierto.
Salas tiene un punto de reunión bastante animado los días de feria, que suelen ser los jueves: la plaza Mayor.
En los soportales de esta plaza, en las bodegas, hay figones bajos de techo, ahumados, con unas cuantas mesas de pino blancas y una fila de barricas sostenidas por largueros.
A la puerta de los figones suelen ponerse los días de mercado algunas viejas a vender callos con guiso de pimentón en un barreño. Yo conocía todos los figones del pueblo. Solía frecuentar el figón del Obispo y el de la Mujer Muerta donde solía comer los exquisitos peces del Arlanza.
Dos barrios hay en Salas bastante separados el uno del otro; el de Santa María, casi todo el pueblo, llamado así por hallarse alrededor de la iglesia parroquial y el de Santa Cecicilia, por estar cerca de una ermita levantada a orillas del Arlanza. Un puente que pasa por encima del rio une el camino que va de una a otra barriada.
En el barrio de Santa Cecilia había por entonces una casa grande, de piedra berroqueña, antigua, ennegrecida por el tiempo y por los musgos, agujereada, con los aleros rotos: la casa del Duende.
Se entraba en ella por un postigo lleno de grandes clavos, porque la puerta principal, rota, estaba sujeta con hierros y no podía abrirse. Era su zaguán ancho, oscuro, con una columna de granito en medio. A mano izquierda comenzaba la escalera, torcida, apolillada, que subía hasta el desván.
Varias veces estuvimos los del escuadrón alojados en esta casa y la habíamos andado por todos sus cuadros y rincones, a riesgo de caernos, porque los suelos se hallaban agujereados.
Se encontraban aún en este caserón salas hermosas con chimeneas de piedra, vigas talladas en el techo, marcos de ventanas apolillados llenos de adornos, puertas de cuarterones, cerraduras roñosas y algunos viejos cuadros desgarrados y negros.
El desván era enorme: tenía grandes olivos de los que colgaban sarmientos secos; el tejado roto dejaba ver por todas partes el cielo y los días de lluvia entraba libremente el agua por sus boquetes.En esta casa habían estado alojadas muchas veces las tropas españolas y francesas. En aquel tiempo servía de cuartel y al mismo tiempo de cárcel a Merino ya que tenía varios calabozos con puertas sólidas. Merino habia mandado arreglarlos y ponerles rejas y allí encerraba a los presos.No pensaba yo que en esta casa había de estar preso.
El escuadrón del Brigante
Memorias de un hombre de acción.
Pío Baroja.