En la actualidad trabajan en esta residencia 24 personas, de las cuáles, 23 son mujeres. Además, un día a la semana el grupo parroquial de Cáritas se desplaza hasta este centro para hacer compañía a los residentes, charlar con ellos o dar un paseo. «Hay mayores que usan la residencia casi como si fuera un hotel, se levantan, desayunan, se marchan, vienen a comer, salen, vuelven a cenar, ven la televisión y se acuestan. Y hay quien no, hay quien necesita muchos cuidados y atenciones, cada uno según sus características, pero todos tienen que cumplir una serie de normas, porque sino la convivencia sería imposible», cuenta Eva Marcos, que señala que algunos mayores salen a tomar un café o incluso unos vinos por la tarde. «Tenemos un señor de La Revilla, que cuando llega el buen tiempo se va hasta su pueblo en bicicleta por un camino. ¿Que pueda tener algún riesgo? Pues sí, pero es que las personas tenemos que vivir aunque tengamos riesgos. No por eso vamos a estar todo el tiempo encerrados».
Diariamente asiste a la residencia un fisioterapeuta que hace un taller de gimnasia de mantenimiento, incluso taichi, luego, si tiene que hacer alguna cosa específica con alguien que tiene que rehabilitar, lo hace. Tres días en semana viene la terapeuta ocupacional que hace talleres de memoria, de atención o de manualidades.