Diario de Burgos
I. Elices / B. Antón / Burgos
Los profesores del colegio Fernán González de Salas de los Infantes no daban crédito a lo sucedido, igual que los padres de los alumnos de sexto de Primaria. Su tutora, Julia Tejerina Santos -de 31 años de edad-, moría en accidente de tráfico en la N-234 a las doce y veinte del mediodía, cuando volvía de la capital burgalesa de pasar el reconocimiento médico anual preceptivo.
El coche en el que viajaba, según las primeras hipótesis que maneja la Guardia Civil de Tráfico, invadió el carril izquierdo de la carretera de Soria e impactaba frontalmente contra un camión que circulaba en sentido contrario cargado de grava. Ocurrió exactamente en el punto kilométrico 472, poco después de Hontoria de la Cantera. El turismo, de la marca Peugeot 206, quedó semivolcado en la parte derecha de la calzada. Su conductora moría en el acto. El vehículo pesado caía en la otra cuneta. Su chófer, L.M.S.V., de 44 años, sufría heridas en una pierna y en la cabeza. Una UVI móvil de Sacyl lo trasladó al hospital Yagüe de Burgos.
Los Bomberos de la capital acudieron hasta el lugar del accidente con el objetivo de excarcelar a la joven, pero lo único que pudieron hacer fue rescatar su cadáver. La Guardia Civil de Tráfico también llegó hasta el lugar. La circulación apenas sufrió restricciones, porque ambos vehículos quedaron fuera de la calzada.
Julia Tejerina era natural de un pueblo de Palencia y llevaba dos años trabajando en el colegio Fernán González de Salas de los Infantes. Vivía en el mismo municipio. El curso pasado fue tutora de los chavales de quinto de Primaria y este curso continuaba con ellos en sexto. Según comentan en la localidad, «era una enamorada de Salas». De hecho, solicitó la plaza en este centro después de un viaje en coche que hizo por la Sierra de la Demanda. «Le gustó tanto que se vino aquí a trabajar», relatan.
El colegio se llenaba ayer por la tarde de padres desconsolados que acudieron a confirmar la noticia. «Los chavales están muy apenados, no hacen más que decir que quieren comprarle flores», para llevarlas a su entierro, señalaban ayer los compañeros de Julia.
Y es que era una maestra «muy alegre y entusiasta, le encantaba su trabajo». Muchas tardes acudía a un quiosco de villa para comprar chucherías y regalárselas al día siguiente en clase a quienes se portaban bien. «Acaba repartiéndolas entre todos», cuentan.