Iglesia de Santa María. Salas de los Infantes
Permeables a diversas influencias artísticas y culturales, las dos iglesias que atesora Salas de los Infantes merecen una visita detallada.
Son la de Santa María y la de Santa Cecilia. El templo de Santa María, enclavado en el barrio del mismo nombre, fue erigido en sucesivas etapas dejando una profunda huella en su fábrica. La belleza arquitectónica de este representativo edificio es patente en las bóvedas de crucería con terceletes, del más puro estilo gótico isabelino (finales del siglo XV), con añadidos posteriores como la portada, la airosa torre o el baptisterio, hoy severamente alterado. Aquí se concitan soluciones constructivas medievales y elementos ornamentales renacentistas que testimonian una síntesis mágica y perfecta de formas y estilos.
Deslumbra por su variedad cromática y su rico programa iconográfico el retablo en madera de nogal de su altar mayor, realizado por Diego Guillén en 1550, joya exclusiva del plateresco burgalés. Especial interés tienen, además, la capilla del lado del evangelio que da cobijo al Santo Cristo de la Salud (siglo XIV), un Cristo yacente, de gran patetismo, vinculado a la escuela vallisoletana de Gregorio Fernández y el retablo clasicista de San Benito en la nave de la epístola al que Francisco Martínez revistió con los ornatos del barroco. En uno de los lados del ábside, una hornacina a modo de arcosolio preserva con celo el arca, noble y emblemática,que contiene los restos de las cabezas de los siete infantes de Lara y de su ayo, Nuño Salido, los protagonistas de una de las epopeyas más conmovedoras de la literatura castellana.
El museo parroquial, con una cruz procesional de esmalte de Limoges -siglo XIII- y valiosos objetos litúrgicos en platería de los siglos XVI y XVII, sirve para entender mejor este verdadero monumento.