A las 8 de la mañana suena el despertador para todos los ocupantes de la residencia -algunos comparten cuarto y otros disponen de habitaciones propias-. «Me lavo y hago la cama. Prefiero ducharme por la tarde. Luego bajo a desayunar», cuenta Laura de Miguel, de Duruelo de la Sierra, que recuerda que tiene siempre «el armario muy ordenado». Después de desayunar y sobre las 9.30 de la mañana, hora en la que se incorporan al centro los otros 9 usuarios que sólo utilizan los servicios diurnos, comienzan los trabajos en el centro de día y en el centro ocupacional. Un repaso a la prensa -es necesario que conozcan lo que sucede en el mundo que los rodea, explica Molinero-, trabajar la agenda del día o el menú que hay para comer a través de pictogramas y fotografías o contar qué es lo que han hecho durante el fin de semana son algunas de las actividades que se desarrollan durante las mañanas en los talleres de Aspanias. «Ahora estamos trabajando en lo de la miel», dice Carlos del Hoyo, de Salas, en referencia a uno de los trabajos que desarrolla, hacer rejillas de cartón que sirvan para separar los tarros dentro de las cajas.
El secretario
A las 11 es hora de tomarse un respiro y almorzar, y después de trabajar durante otras dos horas, llega el momento de la comida. «Nos la sirven, pero luego nos toca recoger entre todos», cuenta Jesús San Román, natural de Pradoluengo, el veterano de este centro, y ‘el secretario de la directora’, como él se define. «En este caso el puesto también es terapéutico. Jesús tiene unas características personales y unas habilidades que son importantes de mantener. Se trata de sacar lo mejor de cada persona. Él en concreto hace esto bien, entonces lo utilizamos porque se siente bien en ese puesto de trabajo», señala la directora, en relación al trabajo que hace Jesús por las mañanas, durante las cuales coge el teléfono, manda los fax y desempeña labores de recepcionista.
Tras la comida, un ratito de descanso; algunos duermen, otros ven la televisión, Montse Camarero juega al dominó con Jesús San Román y Laura aprovecha ese tiempo para leer: «Mira, este es mi carnet de socia de la biblioteca», cuenta Laura, que es muy coqueta: «Me corta el pelo mi madre y muy largo no me gusta, prefiero así, media melena», añade.
Juegos y cine
Sobre las 15.30 se incorporan de nuevo a los talleres, en los que por las tardes se desarrollan otras actividades como la musicoterapia, hasta las 18.30, hora en que meriendan. «También en los talleres jugamos al parchís y luego a las siete pasamos a la residencia», afirma Laura. Después de merendar, las actividades a partir de esa hora varían según el día de la semana. Los lunes, paseo y cambio de sábanas; los martes y jueves, aseo personal; y los miércoles, polideportivo. «Yo juego a fútbol, tenemos un equipo mixto y vamos a una competición de grupos de Castilla y León; hemos ido a Valladolid, a Peñaranda de Bracamonte…» cuenta Laura, que recuerda que Ana María es su mejor amiga dentro del centro.
Ir al cine es otras de las actividades que se realizan cada semana, aunque cada vez toca a un grupo. Viajan hasta Burgos, ven una película, meriendan, dan una vuelta y regresan a Salas a la hora de cenar, según dice Montse Camarero, que explica cuál es el género que prefieren: «Elegimos la película por mayoría y nos gustan las de aventuras y las de risas».
Distintas terapias
La piscina es otro de los sitios al que acuden un día a la semana, como actividad terapéutica. El fisio marca qué 3 o 4 personas tienen que ir, y luego, con carácter voluntario, suele ir alguno más. Fernando es uno de los que disfruta con esta actividad. Tiene 52 años, es de Hacinas y vive de manera permanente en la residencia, aunque sale habitualmente de ella para visitar a familiares que tiene en Salas. «Voy a ver a mis primos y muchos días salgo solo para ir a tomarme un descafeinado. Me gustaría aprender a cocinar, a mirar en internet y vivir en un piso solo», relata Fernando, que algún sábado también sube hasta el campo de San Isidro para ver jugar al Salas.
El que no se pierde ningún partido del Salas es Jesús San Román, que graba cada uno de los encuentros que disputa este equipo. «Se puede decir que estoy drogado por el vídeo», cuenta este hombre, que tiene en su habitación muchas cintas con todo lo que ha grabado. «También he filmado a la coral y a la banda de Salas y luego lo vendo si alguien me lo quiero comprar», cuenta Jesús, que ha pedido en varias ocasiones al centro un armario específico para poder guardar todo ese material. «Estamos en ello, ten paciencia que tendrás ese armario», le dice Lucilo Camarero, responsable del Área Laboral de Aspanias.
Algunos de ellos, según su grado de autonomía, salen solos por Salas de manera habitual. «Potenciamos mantener ese contacto con el entorno de su pueblo. Aquí en Salas la integración es estupenda, hay chicos que se manejan por el pueblo con total normalidad, la gente los conoce prácticamente a todos», cuenta Esther Molinero.
Y es que el colectivo de Aspanias está muy presente en Salas, participa en todas las actividades que se realizan e incluso un domingo al mes preparan una misa con Don Paco, el párroco del pueblo. «Yo voy a misa porque me gusta. Un día al mes preparamos las peticiones, las lecturas y ayudamos al cura», cuenta Jesús San Román. Para algunos, ir a misa es la excusa perfecta para luego tomar el vermut.
Respuestas a las necesidades individuales
La necesidad de siete familias de la zona de dar respuestas a la situación de sus hijos a mediados de la década de los 70 fue el origen de Aspanias en Salas. Después, con la ayuda de un colaborador de la asociación en Burgos se fueron dando más pasos hasta llegar a contar con una residencia, la primera que se creó de carácter permanente dentro de Aspanias. «Se empieza con atención de ocio, a salir juntos los sábados y domingos, a conocer el entorno y a reunirse con otras personas con discapacidad que estaban en la comarca. Los padres se empiezan a conocer y ya hay un grupo de voluntarios. Posteriormente el Ayuntamiento cede unos locales, en los que ahora está el Museo de los Dinosaurios. Allí se crea el primer taller e, incluso, con el tiempo se adquieren vehículos para poder trasladar a usuarios de otros pueblos diariamente hasta Salas», cuenta Lucilo Camarero.
El año 1995 supuso un punto de inflexión en la historia de Aspanias en Salas, ya que la asociación adquiere, por un precio simbólico, parte del Colegio San José, que se reforma para instalar allí la residencia y los talleres, dando forma al actual complejo.
Aspanias atiende a un total de 600 personas con discapacidad intelectual y está financiada al 60-70% por la administraciones; el resto son aportaciones propias.