Su paso por la élite marcó su forma de ver el fútbol. Muchos técnicos y distintas maneras de concebir el juego se agolparon en su mente aquellos años. Si tiene que elegir el técnico que más le ha influido, se queda con Camacho. Fue el principal defensor de su trabajo en el Espanyol. También la razón de que algunos le conocieran como «el enchufado», aunque a él le molestara el apodo. Pero fue Marcelo Bielsa el que le enamoró futbolísticamente. El ciclo del argentino en el conjunto catalán duró apenas un par de meses antes de aceptar la oferta para hacerse cargo de la selección argentina. Tiempo suficiente para que quedara prendado de su estilo y conocimientos.
Como compañero de vestuario elige a Jaime Molina y Pochettino, sin titubeos. Dos defensas aguerridos, de los que convendría poner armadura en una disputa ante ellos; dos personalidades acordes con su carácter. El argentino fue compañero de fatigas y de habitación en las concentraciones. Famosa es la anécdota que cuentan en el club perico sobre una noche de verano en Amsterdam. Completado el periplo de pretemporada, Camacho concedió a sus jugadores algo de libertad en su último día en tierras holandesas. Los estragos causados por la plantilla blanquiazul en la noche de Amsterdam aún resuenan en el vestuario españolista. La señal de tráfico arrancada de la vía pública que apareció en la habitación de Lardín fue el mejor ejemplo.
Cerrado el ciclo de jugador, Pacheta se puso traje y corbata. El cambio de vestuario no le sentó mal. Primero como ayudante de Máximo Hernández y después en solitario. Siempre en la dirección deportiva del Numancia. El equipo volvió a disfrutar de la Primera División y las arcas del club lo agradecieron.
Su papel como director deportivo se cerró con más de cinco millones de euros ganados en ventas, contratando todos los jugadores a coste cero. Además sumó quince partidos como técnico en la máxima categoría tras sustituir a Kresic, el técnico que le había entrenado en el Marbella algunos años atrás.
Pero hasta las historias más románticas llegan irremediablemente a su fin. Su última etapa en Soria finalizó este verano. En la espera, recibió la llamada de José Manuel Martínez y no dudó un segundo. Su sueño de convertirse en entrenador no podía evitar una posibilidad de tal magnitud. Desde que ha llegado a Oviedo se le ve feliz. En cada aparición pública luce orgulloso el escudo del club. En la reciente visita a La Muela, la expedición azul hizo noche en Zaragoza. Al cuerpo técnico se le ofreció la posibilidad de acudir al partido entre Zaragoza y Valencia en La Romareda. Pacheta aceptó con una condición: que fueran en representación del Oviedo y que los asistentes llevaran el chándal del club.
La relación de los Pacheta con el fútbol no termina en el técnico del Oviedo. Su sobrino también vistió la elástica azul en 2008 y ahora juega en el Tudelano, de la Tercera navarra. Su hijo pequeño, Gonzalito, da sus primeros pasos en el infantil del Numancia. «Es bastante más rápido que el padre», afirman en Soria con sorna. El pequeño, su hermana Carla y su madre visitaron hace poco la ciudad y quedaron encantados con su limpieza.
Pacheta celebra hoy su cumpleaños con una idea en mente: ganar al Lemona. La misma idea que ha presidido sus planteamientos desde su llegada. Su método no deja tiempo para las distracciones. Y la afición del Oviedo es la primera en celebrarlo.