Al norte, La Fuente de la Loma, la principal, ya que abastecía de agua potable a los vecinos, lugar de peregrinaje diario de mujeres y chicos, que agarrados a tinajas, calderos o botijos, sustentaban de agua a las casas. Por su trasiego, fuente de relaciones vecinales, amistades y primerizos noviazgos.
Al este, La Fuente el Maullejo, lugar de reposte y relajo de pastores y zagales, agua de remojo también para los vencejos, esos lazos con los que se ataban los haces de trigo y cebada.
Y por el oeste, vigilando el barrio de costana, La Fuente del Piojo, por su soledad, refugio y alivio de las pasiones de enamorados y amantes.
Luego ya, tras la nueva traída de agua de un manantial en el arranque de la cuesta de Arroyo, se fueron emplazando nuevas fuentes por los barrios centrales, como en la Plaza Tenerías, en La Botica, en la de Abastos o en la Avenida Infantes de Lara, algunas con pilón, como abrevadero para el ganado local. La vida y sus relaciones cotidianas se hacían alrededor de las fuentes.
Siendo adolescente proseguí mi estrecha relación con el agua al hacerme aprendiz de fontanero con mi tio Burillo, ejercí como profesional durante más de una década, llevando el líquido elemento a las casas y casonas, una enorme y sustancial mejora de la época. Tras acceder al Ayuntamiento y durante más de treinta años, y prometo no seguir hablando de mí, que ya se ha hablado bastante hoy en esta plaza, he sido responsable de la adecuada canalización y potabilización del agua de uso doméstico y de desagüe en la ciudad.
Por ello, me siento tan ligado al agua. Pero ojo, no sólo me atañe a mí, este agua que emana del suelo que pisamos, es la que, cotidianamente, utilizáis como especia de alimento, como producto de higiene o elemento de disfrute. Este uso singular, condiciona nuestro carácter y nuestra manera de ser, el ser salenses. El Ser Salense y la sed de su agua van tan ligados como su fonética.
La Sed o Ser de Salas. Para ser de Salas no es requisito ser nacido en esta tierra, basta con vivir el tiempo suficiente, trabajando codo a codo con sus habitantes, y participando de sus usos y costumbres, y cuando te quieras dar cuenta, ya no tienes necesidad de marcharte, puesto que, Tú y los tuyos, habéis echado raíces.
Ser de Salas es, más que nunca en estos tiempos, sacar adelante con tesón un pequeño negocio familiar de autónomo, ofrecer calidad y servicio, atender a los vecinos y convecinos de los pueblos circundantes como se merecen, y aprovechar el agosto y otras fechas señaladas para hacer algo más de caja y no entrar en penurias y cuitas. También es trabajar por cuenta ajena, en la administración o en las empresas del entorno, realizar un trabajo profesional y digno, hacer rentable el empleo, siendo así, recompensado como bien merece.
Ser de Salas es, haber tenido que marcharte en alguna etapa de tu vida, buscando nuevas y mejores oportunidades y gastar tus días de descanso para volver con los tuyos, saber de primera mano sus andanzas, saludar a los vecinos intercambiando buenas nuevas, recorrer el barrio recordando vivencias o dando cuenta de los cambios sufridos, honrar en el camposanto, a los que nos han ido dejando de camino. Marcharte con fecha de vuelta, sabiendo que el hueco que dejas, sólo te tiene a ti de dueño.
Ser de Salas es, labrar y sembrar en las huertas y tierras de Amborríos, Las Huelgas, Henar, La Vega Encimera, la Vega Bajera, Pradera Mayor, Pradera Machica, Las Ochanderas, Requejo y otros tantos lindes fértiles como tenemos. Y allá por el Día de Gracias, con la alegría de la cosecha, repartirla con familia y amigos, donando la hortaliza más lustrosa para la tradicional exposición de la huerta. Bien entrado el otoño, también es pasear las dehesas, robledales y pinares en busca de nuestras afamadas setas, degustarlas siempre en compañía y como también es costumbre, llevar los hongos más admirados por su lozanía o rareza a las jornadas de micología, para su correcta clasificación y conocimiento del vecindario.
Ser de Salas es, participar en alguno de tantos eventos culturales como tenemos repartidos en el calendario, colaborar dentro o fuera del escenario, bien como miembro de una asociación, bien de libre voluntario, arrimando el hombro como uno más, para conseguir el disfrute y entretenimiento de tus vecinos, sin esperar mayor beneficio que la satisfacción propia. Sirva como ejemplo: ataviarte el delantal de cocinilla en la popular Fiesta de la Matanza de su majestad el cerdo, elaborando y dando a saborear sus delicias con simpatía y convirtiendo este evento invernal, en uno de los más aclamados de la provincia.
Ser de Salas es, rondar y enramar a tu novia, y a las de tus amigos, en la breve noche de San Juan y levantarse al día siguiente con el disimulo de haber dormido de un tirón y la sorpresa de saber, quién a enramado a quién. Es acarrear estepas para la chinada de Santa Cecilia y la Concepción, bailar la chospona a su alrededor, degustar parrillas en su rescoldo y discutir con los mozos del barrio, qué fiesta es mejor y cuál tiene la chinada más grande. Es bailar a la virgen del Carmen en Castrovido, merendar con familia y amigos y volver andando por el camino que marca el río, cantando estribillos populares o, con la complicidad de la noche, susurrando bellas palabras a tu enamorada.
Ser de Salas es, ponerte las botas de agua y permanecer en vigilia las noches invernales de deshielo, temeroso de que la crecida inunde nuestras calles y casas. Ayudar al vecino a levantar una pequeña presa de ladrillo en su portal o, si la crecida ya está encima, evacuar con prontitud el agua de la vivienda, con calderos y mangueras. Una vez amainada, discutir si la crecida ha sido mayor que otros años. También es, formar pueblo para solicitar el pronto arreglo del puente de costana, escuchar los inconvenientes de los vecinos por la rotura y una vez terminada la obra, disfrutar de este nuevo puente, enclavado encima del anterior.
Ser de Salas es, hacer deporte colectivo, formar parte de un equipo de fútbol, baloncesto u otra modalidad deportiva, que represente dignamente a la ciudad por la provincia o región. Es acompañar a los muchachos en sus desplazamientos, exigiéndoles en la victoria y animándoles en la derrota, y cuando regreses y te pregunten cómo han quedado, digas: los mayores han perdido, pero los pequeños hemos ganado.
Ser de Salas es, disfrutar de estos actos festivos que tenemos a la vista. Participar en sus carrozas y grupos de animación, desfilar en la charanga o con las peñas, bailar pasacalles, verbenas y danzas al santo, deleitarse con las piezas poéticas ganadoras de La Gala o las musicales de la Banda, comer en hermandad en la Peña Rota, correr esquivando las chispas del toro de fuego o acurrucarse en la traca entonando el “son, son, son, los de salas son”. En definitiva, anudarte la blusa y el pañuelo de la alegría y repartirla entre vecinos y visitantes.
Ser de Salas es, por último, estar aquí en este acto tan emotivo para todos, y en especial para mí por la participación que me toca.
Al cuentajo, a lo que venimos, venimos:
¡¡¡Muy Felices Fiestas y Viva Salas de los Infantes!!!!